LA VI OTRA VEZ
Le hablé por teléfono, después de
meses de no vernos, meses casi un año a partir de ese día en el que
me dijo que
ya no quería estar más conmigo, no había escuchado su voz, mucho menos verla, pero
se lo pedí otra vez y esta vez accedió, yo debería ser más fuerte, humillarme
menos, tener más autoestima, pero no lo resistí y ella accedió.
La vi, estaba frente a mí otra
vez, otra vez el mismo café donde me dejo, pero yo estaba más allá de lo que
significaba ese lugar, yo no iba a analizar significados, sentir heridas o
abrirlas lo que quería era otra cosa, la quería a ella, tenía un antojo de su
olor y de su piel… de tenerla ¿accedería?
No recuerdo que hablamos, todo
estaba borroso para mí, porque lo único tenía en la cabeza como ideas en eco,
rumiantes, obsesivas, que no habían desaparecido en meses, eran su boca, sus
labios, sus ojos… y las imágenes que se formaban en mi cabeza, solo eran de su
cuerpo desnudo, su cara llena de placer, ¡la besé tantas veces! La tuve tantas
veces, por años, que la recuerdo con perfección, su olor, sus formas, sus
sonidos y olores, y eso era lo único que estaba en mi cabeza.
Ahí sentadas, estaba muerta de
miedo de que me rechazara otra vez, pero confiaba en que sólo tenía que
tocarla, acercarme lo suficiente y que mi deseo despertara el suyo, con las
palabras y la actitud adecuada, tal vez podría hacer que perdiera el piso y
olvidara un instante que se fue, que ya no quiere estar conmigo, el sexo
siempre la convenció de todo o casi, tenía que apostar por ello… La convencí...
En cuanto aceptó la besé, tome su
mano y era como si jamás nos hubiéramos dejado de ver, todo estaba ahí, la
facilidad al hablar, su mano amoldada a la mía, la complicidad, el amor… o por
lo menos mi amor…
Pero sobre todo el deseo,
necesitaba tenerla, con impaciencia, la abrace al entrar al taxi, sintiendo su
cuerpo tibio, deliciosamente curveado a mi lado, y hundí mi cara en su cuello,
saciando un poco la necesidad de su olor, de su piel, no supe de mí, solo sabía
que gemíamos, que estábamos dispuestas, que otra vez era mía.
Entramos al hotel, tenía tanta
hambre de ella, un hambre que no se apaga con otras personas, es como haber
sido desterrada de tu país, y tener antojo de la comida, la música, el
contacto, el sonido de las palabras con tu propio idioma… la necesitaba, con
ansiedad loca, con un deseo que muchas veces en esos meses sin ella, me dobló a
la mitad literalmente.
En el elevador besos
desesperados, tocarla por encima de la ropa, sus tetas en mis manos, jamás
lleva sostén, todo fue un instante.
Por fin entramos al cuarto,
necesitaba sus piernas, su tetas sin la tela, fui un poco ruda al quitarle la blusa
para sentir sus pezones, quitarle los pantalones junto con los calzones que
quedaron a la mitad de sus piernas, nada de sutilezas de otros tiempos, su
vulva estaba para mí, y ella sumisa, dispuesta contra la puerta dejándose
hacer, me arrodillé, para besar su vulva, comerme su monte de venus, meter mi
cara en sus piernas y sentir su piel, olerla, que delicia olerla, comerme su
piel, ella ya estaba excitada, babeante y fue una delicia sentir como toda yo
resbalaba en ella, me moví hasta que mis rodillas se quejaron y reparé en la
cama, no era la mejor posición.
Me puse de pie y ella siguió
desnudándose:
- ¿quieres que me lo quiete todo
o dejo algo puesto?
- quítate todo, contesté tajante.
- como te gusta algo de ropa…
pensé que…
- no quítate todo te quiero ver
toda, sabes que eso me vuelve loca…
- Si sé que te gusta con la luz
prendida para ver.
Yo por mi cuenta inicié a
quitarme la ropa, lo que la distrajo, la eterna pelea deliciosa de quien se
coje
a quien primero, empezó, pero esta vez me dejé con rapidez, verla acercarse
fue una delicia, sus manos en mi cuerpo, sentir sus boca y su deseo estaba
siendo delicioso, otra vez sus ojos en mí, su intención en mí, su deseo volcado
en mi…
Me besó tan fuerte, que me dolió,
casi me avienta a la cama mientras con tono imperativo me ordenaba: quítatelo todo.
Quedé desnuda y ella encima mío, inició a moverse, su cara llena de deseo
y de satisfacción, yo sabía que se vendría pronto; Pero algo estaba fuera de
lugar, mientras se movía, jalaba de mi pelo, no ajustó su ritmo al mío, no
preguntó si yo estaba bien, no se detuvo cuando me quejé, me estaba lastimando,
mi cabeza tuvo un relámpago de conciencia: me está lastimando, igual que lo
hizo estos meses con su ausencia y algo en mí me dijo ¡detente y vete!
El relámpago se esfumó, ella
estaba teniendo un orgasmo y pude cambiar su posición, yo encima de ella, tomé
sus manos para que no se moviera, yo la necesitaba tanto, tener su vulva contra
la mía, sentirla, y empecé a moverme, yo ¡gemía tan fuerte! La sensación era
tan intensa que casi de inmediato, tuve un orgasmo… la emoción me inundó y lloré,
primero de satisfacción, y luego de tristeza, el relámpago otra vez: te está
haciendo daño ¡vístete y vete!
Me baje de ella llorando, yo era
estúpida, ella se iría justo saliendo del hotel, no volvería conmigo, ya no me
ama, me lo dijo muchas veces con la deserción y la manera en la que estábamos haciéndolo,
sin cuidados, sin preguntas, nos delataba, ya no le importo, y yo no sé si me
importaba. Yo he jugado este juego antes, se llama desamor, es cuando dejas de importarle
y dejan de prestar a tención.
¡Me está haciendo daño! el
relámpago otra vez, ahora acompañado de otra idea ¡me estoy haciendo daño!, yo
la invité, yo dije que quería, yo, fui yo, no podía dejar de llorar, antes de
que se fuera nuevamente, me puse la ropa y esta vez, me fui yo.
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Elena Vega
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