Mary
La niña
de la Yegua Blanca
El susurro de los
árboles le ha contado al viento, y el viento que es tan juguetón se ha colado
por la ventana, para contarnos estas cosas que estamos por saber, es la
historia de una niña; Mary, y de cómo conoció a su entrañable amiga Camila.
Si nos asomamos,
cual discreto rayito de luna, a través de la ventanita del rellano de la
escalera, veremos a Mary observar sus pantalones de mezclilla metidos en las
botas negras, (ésas, las que lleva todos los fines de semana al rancho de su
abuelo), mientras baja las escaleras y se coloca el suéter, sabe que debe
llevar bien atadas las botas y bien puestos el suéter y el pantalón, porque si
no, su abuelo la puede regresar a casa, y entonces Mary se perdería de todo lo bueno, interesante y
divertido de los fines de semana en el rancho.
¡Escucha!, a lo
lejos se puede oír el: ¡tolón!, ¡tolón!, ¡tolón! de las campanas de la iglesia
del pueblo, la inquieta niña de ojos color de almendra ya lleva en pié muchas
horas, por lo menos 3 antes de que el campanero llame a misa.
En caso de que te
preguntes: ¿por qué se levanta tan temprano?, La crujiente madera del piso de
la casa vieja, te contará que desde los tres años, que dicen las tablas fue la
época en la que Mary conoció a su abuelo, a ella no la despiertan los gallos
con su ¡ki kiri ki!, ni el despertador con si estruendoso ¡RRRIIINNG!, o su
padre con su clásico: ¡Arriba que empieza un nuevo día!, invariablemente la
despierta el: ¡Crack, toc!, ¡Crack, toc!, que hacen las botas de su a abuelo.
El se despierta muy temprano, casi de noche, y siempre le dice a la pequeña que
es para: ¡ganarle al sol!
Mary es curiosa, y
a diferencia de sus hermanos, Alejandro, Ricardo y Ana, que prefieren las cosas
de la ciudad donde viven: las bicicletas, los patines, los amigos de la cuadra,
las canicas, etc., a ella le encanta el campo, levantarse antes de que la luna
se esconda en el horizonte, y perseguir borregos cuando el rocío aun está en el
pasto, por eso su abuelo la espera todos los días de asueto, para que aprenda
los secretos que la capital no puede regalarle.
Desde que Mary
tenía 5 años, su abuelo la subía con él en Lady Elizabeth, una yegua, muy
amigable, que le permitía a su abuelo montarla, desde esta especial montura, la
pequeña lo acompañaba a ver los sembradíos de maíz, la ordeña de las vacas y la
recolección de los huevos que las gallinas dejan cacareando.
El cabello café a
los hombros y una gorra en la cabeza eran la protección de Mary ante el frío de
la madrugada, aunque los cachetes y la nariz siempre le terminaban rojos de
frío, nunca dejó de despertarse y salir corriendo detrás de las grandes botas
tempraneras.
Una mañana fría de
enero, Lady Elizabeth dio a luz una hermosa yegua blanca, a la cual bautizaron
como Camila. El abuelo de Mary se la presentó a ésta, cuando era apenas una
potrilla con las patas flacas y nudosas, que no se separaba más de metro y
medio de Lady Elizabeth; al presentarlas su abuelo dijo:
~ Mary, ella es Camila y puede ser tu
amiga si tu quieres, tan amiga como…
~ ¡¿En serio abuelo?!, ¿Mi amiga?,
(interrumpió impaciente la pequeña)
~ Si, tal y como Lady Elizabeth es amiga
mía…
~ ¿Iré a pasear con ella, y también podré
hablarle al oído como tú?
Volvió a
interrumpir Mary mientras daba saltitos alrededor de su Abuelo, ante la mirada
dudosa y vigilante de Lady Elizabeth.
~ Sí, (contestó el, con un tono
complicado y tierno), pero, por el momento, las dos son muy potrillas como para
montar y pasear.
~ ¿Qué es POTILLA?
~ Una P O T R R R I L L A, es una niña
chiquita de seis años muy preguntona, dijo el abuelo y se echó a reír
estruendosamente.
A veces Mary lo
veía reír así, pero nunca se explicaba porque, ella lo dejaba y no preguntaba
más, ya que podía correr con la mala suerte de ponerlo de malas por preguntar
tanto.
Como tocarla fue
otra cosa, su abuelo le explicó, en una larga caminata por los senderos del
cerro, que los caballos son seres nobles y también orgullosos, que es
importante tenerles respeto y cariño para poder acercarte. Le contó que los
caballos y las yeguas pueden ser peligrosos si los haces enojar o se sienten
inseguros, también le advirtió que no debe asustarles y jamás ponerse detrás de
ellos porque las patadas pueden ser muy peligrosas.
Al día siguiente
practicaron con Lady Elizabeth, que es una yegua elegante, calmada y reservada,
a quien Mary conocía desde pequeña, fue fácil acercarse y pedirle permiso a la
hermosa yegua gris para poder tocarle la cara; pero ni su abuelo, ni Lady
Elizabet permitieron, todavía, que se acercara a la potrilla.
Tuvieron que pasar
varios fines de semana, en los que, su abuelo la instruyó sobre como convivir
con los caballos. Cuando la novata amiga de los corceles, logró acercarse de forma
segura y controlada, su abuelo y Lady Elizabeth, la dejaron aprender a como
cepillar a un caballo, y cundo dominó la técnica, le enseñaron como se hace
para que la inexperta potrilla blanca “Camila”, aceptara llevar a alguien en su
lomo y, como mantenerse en él, auque Camila corra o sea juguetona.
Hablar con las
yeguas y los caballos, era una de las lecciones más importantes para poder ser
jinete y su abuelo tuvo especial cuidado en este punto.
Bajo un árbol
llorón, su abuelo parecía un mago pronunciando palabras mágicas, era una tarde
soleada, viendo al horizonte, le dijo que es importante ser clara, fuerte y muy
cariñosa al hablar con una yegua.
~
Y... ¿cómo se hace eso? Preguntó con los hermosos ojos llenos de
ansiedad por saber.
~ Se dice en las leyendas que los
unicornios solo se dejan tocar por alguien puro y ellos saben muy bien quien se
interesa por ellos genuinamente y quien no, eso es ser puro.
Antes de que su abuelo
pudiera decir algo más, la pequeña comenzó a saltar y gritar como si fuera
descendiente de una cabra salvaje.
~
¡Los unicornios existen!,
¡existen!, quiero ser amiga de uno, por favor abuelo ¡enséñame!, ¡aprenderé
rápido!, ¡los unicornios existen!
~
Pero chiquilla!, según tengo
experiencia, si un tema te interesa, no pararas de hacer preguntas así que de
la existencia de los unicornios hablaremos otro día
Al amoroso y
experto hombre de campo se le coló una risa en los ojos, como de quien sabe que
ha sembrado una ilusión, y contestó: No, hoy no, otro día.
Pero claro, no
importaba lo que su abuelo dijera, después de mencionar unicornios seguido de
la palabra caballos, Mary ya tenía planeada la búsqueda del unicornio perdido
amigo de su abuelo, junto con los niños de la comarca, que siendo francos
siempre la seguían en todas su iniciativas, aventuras y experimentos.
Algunos meses
pasaron y cada vez Mary se fue acercando más a Camila que al principio salía
corriendo a esconderse detrás de su mamá, luego correteaba con Mary alrededor
de Lady Elizabeth como jugando a las atrapadas, hasta que la mareada madre le
ponía un alto con al nariz y la instaba a jugar con Mary en el pasto más allá
de ella.
Mary comenzó a
hablar con Camila con las palabras que le nacían del corazón y la yegua blanca
la escuchaba muy atenta, ganándose con facilidad su confianza.
Poco a poco Mary se
fue haciendo cargo de cepillar a Camila y fue testigo de las lecciones que la
pequeña yegua tuvo que aprender de su madre: como correr, trotar, y brincar;
que pasto es el bueno y cual no.
Le toco asistir al
veterinario para las vacunas y revisiones que hizo el médico a la yegua, por
eso ésta crecía sana y fuerte.
Ambas aprendieron
juntas a ser compañeras y lo difícil que es aprender algo nuevo, y para ambas
¡todo era nuevo!
Las dos tenían
pasiones similares, correr, el viento, el pasto y explotar el mundo, siendo
cada vez más sabias y seguras sobre como caminar, pisar y correr en esta
tierra.
Mary, que en ese
entonces tenía 6 años aprendió ávidamente, y Camila, creció convirtiéndose en
una joven yegua rápida y ágil, para cuando Mary tenía 8 años era capaz de
convivir perfectamente con la yegua. Fueron siempre leales una con la otra y
así fue como creció su amistad y se hicieron inseparables.
Ahora, por lo menos
uno de los días del verano, están juntas desde el amanecer hasta el fin de la
jornada, dejando las cosas del rancho a un lado. Salen muy temprano, sin hacer
ruido, para no despertar a los hermanos, ni al padre de Mary, que duerme
plácidamente. Mary sale junto con su abuelo a quien solo con una mirada
comunica que ese día es solo para Camila y ella.
Todavía es de
madrugada cuando ya están fuera, por eso saludan a la luna que aún alcanza a
sonreírles, a veces con una cara redonda que lo ilumina todo y en otras con una
rendijita de luz tímida, como un gesto de ojos de complicidad.
Ambas corren por el
terreno de pasto inmenso durante horas, recorriendo prados con flores y
árboles, visitan a la Ceiba donde vive Risha la gata negra, llenándose de
experiencias y recuerdos; al anochecer, llegan al claro del arroyo, donde el
agua se encuentra con piedras en desnivel, se estanca y suena suave, dejando
ver el reflejo de la luna, en ese lugar las luciérnagas viven en gran cantidad,
y hay un lecho de pasto para ambas.
A Mary le gusta
llenar la crin de Camila de luciérnagas, escuchar el agua suavecita y
acurrucarse en el pasto mientras observa las estrellas o a la luna,
prometiéndole a Camila que solo será un momento, pero casi siempre Mary se
queda dormida viendo el cielo rodeada de árboles y acompañada de su inseparable
miga llena de luces en la cabeza.
Cuando pasa el
ocaso y el último de los rayos del sol se esconde, y Mary no regresa a casa, su
padre se preocupa, pero el abuelo le tranquiliza diciéndole que ellas están
bien, porque van acompañadas una de la otra y que aunque son jóvenes son
cuidadosas y responsables.
Entonces el abuelo
se coloca un zarape, agarra una manta y le dice a su hijo que si quiere puede
acompañarlo para encontrarla, el padre siempre sale tras el. El abuelo es la
persona que más conoce a Mary en este mundo, y al padre de Mary siempre le
sorprende como hace su padre para encontrar a su pequeña, el abuelo observa el
cielo unos instantes, respira profundo el aire y así, de inmediato, sabe a
donde ir por ella, el abuelo monta a Lady Elizabeth y susurra una palabras al
oído de su vieja amiga y el padre de Mary monta a Ranfiel.
Después de llegar a
una pequeña pendiente, descubren a Mary profundamente dormida en el pasto,
Camilla llena de luciérnagas, parada cerda de la cabeza de la niña.
El abuelo baja de
Lady Elizabeth, toma a Mary de su improvisado lecho y la acomoda en sus brazos,
mientras le dice unos versos:
Ahora en mis brazos
niña amada,
tal vez mañana solo
en tu corazón yo esté,
Recuerda,
siempre que te
acuerdes de mi,
Yo vendré a ti,
Para acunarte y
abrazarte
Porque te quiero y
siempre te querré.
Así entregaba a la
niña a su padre que lo espera en su montura, la recibe con ternura, para
regresar a casa, donde a Mary le espera su cuarto, iluminado por la noche, con
la silla, la cama, su colcha blanca con un arco iris bordado por ella misma,
las paredes llenas de dibujos, todas y cada una de esas cosas esperándola
porque ella les da vida.
Su padre la coloca
suavemente en la cama y la arropa, para que tenga un buen sueño, le da un beso
en la frente que es más para el que para ella, mientras le desea una buena
noche con estas palabras: Mary, soñando que sueñas que estas en un sueño, a
veces ocurre que es realidad, ésta es, si tu te lo propones el mejor sueño que
hayas tenido, siendo plena y libre, siendo tu. Los sueños salen del pecho y se
podan en tus manos, pies y boca, llenan tus ideas y transforman tu rededor,
Hija mariposa, ya te salen alas, pulpa palpitante, tu realidad es arcilla, que
está en manos de una experta artista alfarera, ábrete y transforma… vuela…
Mientras
esto pasa, Camila en su propia cama cuenta a su madre sus aventuras, le cuenta
acerca de las luciérnagas y el capo, de las flores y la luna… hasta quedarse
dormida.
Ambas Mary y Camila, subidas en el mundo de los sueños corren o vuelan
praderas, valles y nubes esponjosas, recorriendo cielos inmensos y azules.
Y así como te lo cuento lo dijo el viento, las tablas de la vieja casa,
incluso las propias luciérnagas, y si te acercas y escuchas bien, tienen algo
más que decirnos, dicen que el tiempo pasa igual que el sueño de una niña, así
de rápido pasan los años y las incontables lunas, así los recuerdos y las cosas
que vivimos se convierten en sueños de la noche pasada.
Un día la voz del abuelo, era solo un recuerdo, y el sonido de las
botas: ¡crach toc!, solo son un eco en la cabeza de Mary, el abuelo murió y
ella jamás pudo volver a escuchar nuevas historias de su boca, ni sentir sus
brazos acurrucándola, el abuelo murió, y con el, se fueron miles de momentos no
vividos.
Pero los mimos recibidos, las palabras dichas, lo que él le enseñó, eso
queda como una huella que no se borra, siempre queda el sabor dulce de los
buenos momentos al recordar.
Mary ha crecido, ahora cuenta historias a sus nietas, historias sobre
unicornios y caballos, ríe a carcajadas y enseña a la pequeña Lara a montar,
iniciando las lecciones con Camila, la yegua blanca, su amiga de toda la vida.
Ellas guardan en le corazón, en la piel, en cada decisión y cada palabra
la presencia del abuelo, quien las acompaña desde los recuerdos, a recorrer
esta enorme pradera que es la vida.
Escrito por: Elena Vega Ortega
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